Nada más

Maldito el nombre que se da
para olvidarlo,
maldito el que lo suplica,
que roba cartas al destino sin saber
que el enemigo siempre da la ultima ronda.

No hay ases de repuesto
salvo el destino
que hace de tu nombre un antojo
y de tu ansia una trampa.

Y no hay nada, nada más.

Nombres que se arañan de unos labios
como bolas de papel
que ni siquiera entran por la boca
del contenedor de reciclaje.
Nombres para aplastarte los ojos
como las manos afiladas
de unos focos en bastidores.


Maldito sea ese nombre
regateo innecesario
para un hueco más en mi historia
sin hazañas.
Malditos sean los nombres
que no se ofrecen con manos desnudas
con ganas de abrigo.

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